Oportunidad, Trabajo

Una vez…todo fue nuevo

Me inspira Liniers con uno de sus dibujos para nombrar el texto de hoy porque hace un año, el 26 de noviembre de 2014, todo fue nuevo en mi vida.

3 meses antes…

Fue en agosto cuando tomé una decisión crucial:  decidí renunciar a mi anterior trabajo. Habían sido muchos días de un desgaste emocional, físico y psicológico que me agotó por completo y me dejó sin fuerzas para continuar. No podría reprochar algo malo de un  lugar que me abrió las puertas para crecer profesionalmente. Es solo que llegué al límite de ese costo, y era la hora de irse antes de que fuera más doloroso.

Escribí la carta más sencilla de mi vida, me demoró tres minutos redactarla. Lo que no sabía era cuánto me costaría entregarla. La imprimí cinco veces, porque la fecha caducaba días después de estar guardada en la gaveta de mi escritorio. No tenía idea de lo realmente difícil que sería enfrentar el momento en que tuviera que tocar la puerta de la oficina de mi jefe. Así que postergaba el encuentro cada vez que podía, porque a pesar de que anhelaba cerrar esa etapa, me invadían muchas emociones incómodas: ansiedad, temor, angustia ante la incertidumbre de ¿qué voy a hacer cuando me levante en la mañana y no tenga a dónde ir a trabajar?

Finalmente me atreví y fue más duro aún cuando me pidió que lo pensara, que no me fuera. Me sentí insegura y débil. Quise decirle que sí, pero no hubo palabra alguna que pudiera pronunciar y en lugar de eso, se me escaparon lágrimas por primera vez enfrente de él. Creo que en ese instante comprendió que no había vuelta atrás.

No tardaron los múltiples comentarios y cuestionamientos de la gente: que cómo vamos a vivir con un salario nada más, que estoy loca por abandonar mi carrera sin tener otra rama de donde sostenerme, que estábamos tan cerca de comprar una casa y ahora el banco jamás nos va a prestar nada. Yo sonreía tan tranquila que seguro provocaba más preguntas de la cuenta porque, sinceramente, era una sonrisa genuina que nadie podía entender. Porque había una promesa que no es simple de explicar; solamente yo podía albergarla en mi corazón con total confianza, fe…y esperanza.

Hubo paz en mi corazón. Uno sabe que fue la mejor decisión cuando hay armonía y tranquilidad en el interior. También libertad. Estaba feliz, concentrada ahora en la expectativa de los planes que vendrían a mi vida. Los propósitos de Dios para mí…y tengo que hablar de Él porque es en quien creo.

Pasaron dos meses.

Las primeras semanas fueron un deleite de un necesario descanso. Unas vacaciones sin preocuparme de absolutamente nada. Disfrutaba de las pequeñas cosas que uno deja de percibir cuando entrega totalmente su vida a un trabajo: caminar sin prisa bajo el sol, correr por las mañanas, leer un libro, jugar con mi sobrino, acomodar la casa, y especialmente, escribir. Escribir era algo que me urgía hacer como una catarsis indispensable, y así fue como nació este blog con un tímido artículo publicado en octubre.

Pero conforme pasaba el tiempo, me comencé a inquietar por la falta de retos y de un ritmo acelerado y violento que estaba acostumbrada a llevar, en donde mi mente no dejaba de producir. Busqué nuevos proyectos, y la posibilidad de comenzar sola en el mercado laboral me coqueteaba atrevidamente con varias propuestas. Sin embargo, no era lo que quería. No todavía. Anhelaba trabajar de nuevo en una empresa en donde pudiera comenzar de cero, quería desarrollar más habilidades, tener una nueva oportunidad de entregar mi experiencia y seguir aprendiendo más.

Llegó Noviembre.

Había tenido ya dos entrevistas cuando me llamaron para una tercera y luego una cuarta – la última -, me dijeron. Para ellos esta sería la última fase de un proceso de reclutamiento. Para mí, podría ser la primera de una nueva etapa que tanto esperaba. Ellos desconocían lo que significaría escuchar un sí…no se imaginaban lo que era aguardar esa llamada con la ilusión más vulnerable que haya sentido; estaba tan cerca y a la vez era tan incierto.

La gente de nuevo decía cosas como que en diciembre ninguna empresa contrata a nadie, que es una época complicada y que mejor pensara que me contactarían el próximo año. Y aunque en realidad faltaba un mes y medio para que llegara el siguiente año, la sola connotación que lleva el hecho de que pueda suceder en otro número del calendario, resulta muy pesada para quien se encuentra confiando tanto.

Esa tarde estaba llorando. Me quebranté. Tuve ese momento en donde me rompí, en donde no aguanté más la zozobra de no saber. Comprendía en el fondo que todo estaría bien porque el que hace todas las cosas nuevas, traería luz otra vez en el camino. Mi corazón lo sabía, mis lágrimas estaban llenas de fe, pero también de aflicción y dolor. Era lo único en lo que pensaba en mi desconsuelo…y…entró la llamada.

La misma persona por la que más adelante descubrí el maravilloso mundo de las historietas de Liniers, estaba al otro lado del teléfono diciéndome las palabras más dulces que guardé: – todos en el equipo pensamos que vos sos la mejor para este puesto, no podemos esperar a que te incorpores con nosotros, sería un honor que aceptes ser parte de esta empresa -. Yo deporsí ya tenía lágrimas atravesadas en la garganta, así que fue inevitable soltar unas cuantas más. Ella lo percibió y siempre cuento esto que fue más o menos lo que le dije: es mejor que de una vez me vayan conociendo, soy muy sensible y mi desahogo es llorar un poco o mucho, dependiendo de lo que sea, pero no se limita a situaciones tristes solamente. Las dos nos reímos.

Estaba tan agradecida. Podía visualizar que todo sería diferente. He conocido personas excepcionales en estos doce meses, comenzando por mis compañeros del departamento, que son extraordinarios. Con ellos puedo ser yo misma, y así me han aceptado. Siempre soñé con esto. Me siento bendecida cada mañana cuando llego y los veo.

Todo lo demás, poco a poco también fue volviendo a su lugar: mi salud, mi equilibrio integral, mi matrimonio fortalecido y hasta una nueva casa que vendrá y que será mejor de la que dejamos pasar.

Una vez, todo fue nuevo, y  sucedió hace un año. Tuve que confiar y esperar ciegamente con la convicción de que algo bueno iba a pasar. Así fue. Soy tan feliz cuando lo recuerdo y por eso hoy especialmente quiero compartirlo.

 

 

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